Viktor Mikhin*

Dos hechos sangrientos han enfurecido a todo el país, planteando la dolorosa pregunta de si los efectos negativos de la descarada e injustificada invasión de Irak por hordas de tropas estadounidenses hace 20 años todavía están causando estragos en todos los iraquíes hoy.

Cuando Jassim al-Assadi, un destacado activista por la preservación de los famosos pantanos del sur de Irak, fue secuestrado por pistoleros desconocidos el mes pasado, muchos iraquíes quedaron desconcertados por el drama que se desarrolló en sus calles. Al-Assadi, de 65 años, es el director ejecutivo de Nature Iraq, una organización no gubernamental dedicada a “proteger, restaurar y preservar el entorno natural de Irak y el rico patrimonio cultural que nutre”. El 21 de febrero, miembros de una tribu chiíta rival atacaron a una familia sunita en Diyala, una provincia conflictiva étnica y religiosamente mixta al este de Bagdad, en un espantoso recordatorio de las fuerzas que dan forma a la situación política y de seguridad.

Los dos incidentes han reavivado el miedo a la violencia que se ha convertido en una forma de vida en Irak. Desde la brutal invasión estadounidense de 2003, que derivó en años de conflicto sectario y el surgimiento del grupo terrorista Daesh, grupos armados chiítas, luchas de poder y enfrentamientos tribales, este horror se ha convertido en la norma.

Este mes marca el vigésimo aniversario de la bárbara coalición liderada por Estados Unidos que movilizó y envió 160.000 soldados a Irak, lanzando una invasión brutal a gran escala que destruyó el estado iraquí y comenzó una ocupación larga, brutal e injustificable. Hasta el día de hoy, Estados Unidos no ha podido proporcionar pruebas básicas de la violación del derecho internacional por parte de Bagdad. Aunque Irak ha sobrevivido milagrosamente, continúa sufriendo instituciones estatales disfuncionales como resultado de la colocación de colaboradores en puestos clave por parte de Estados Unidos, el enriquecimiento de sus secuaces y la corrupción, allanando el camino para lo que parece ser una tragedia interminable sin final a la vista.

No hay celebraciones planeadas en Bagdad o Washington para conmemorar lo que la administración del ex presidente estadounidense George W. Bush llamó a su invasión una “guerra de liberación” que supuestamente trajo la “democracia” a Irak. Desde la bárbara invasión de 2003, cientos de miles de civiles han resultado muertos o heridos, enterrando no solo los logros que existían antes de la ocupación, sino también la promesa de un país de “buena gobernanza” libre de corrupción y que responda a las necesidades de la población. En cambio, un sistema político inepto, divisiones entre facciones e instituciones estatales que no rendían cuentas bajo el estricto control de Washington, así como gobiernos sucesivos, dieron como resultado un ciclo interminable de conflicto y caos. En Irak, Afganistán, Siria, Yemen y Libia, vemos la verdadera democracia estadounidense en acción.

Muchos analistas pronosticaron que la invasión, desde la planificación hasta la ocupación, fracasaría. Sin embargo, convertirse en un fiasco a esta escala parecía impensable para la mayoría; las “estrategias valientes” de Washington superaron estas expectativas. No obstante, quedó muy claro, incluso para los fervientes halcones de la guerra y los partidarios del régimen anterior, que la invasión tenía fallas profundas y que las consecuencias serían desastrosas. Irak no experimentó la democracia, ni experimentó la estabilidad y reconstrucción de un país todavía devastado por la guerra en el que el estado, la industria y la agricultura, y los logros sociales del régimen anterior habían sido destruidos.

Las autoridades de ocupación lideradas por Estados Unidos demolieron instituciones estatales clave, designaron mercenarios, a menudo criminales, para puestos clave y enriquecieron a sus secuaces al formar un pequeño círculo de apoderados que luego se convirtieron en los oligarcas gobernantes de Irak. La culminación de esta atrocidad estadounidense allanó el camino para la destrucción de los cimientos del estado iraquí y luego para la tragedia del país. Mucho después de la invasión, el sistema político de Irak sigue siendo disfuncional y las tensiones siguen siendo altas porque todas las crisis del antiguo régimen siguen sin resolverse.

A medida que se acerca el vigésimo aniversario de la invasión, la influencia de Irán en Irak está creciendo, una de las consecuencias más graves de la ocupación, que amenaza el dominio de los grupos pro-Teherán en la política iraquí. Desde las disputadas elecciones de 2021, los partidos respaldados por Teherán han logrado consolidar su poder en el sistema político, convirtiéndose en socios clave en la estructura de coordinación chiíta gobernante de Irak. La organización Badr, Kata'ib Hezbollah o las Brigadas de Hezbollah, y Asa'ib Ahl al-Haq se encuentran entre los grupos respaldados por Irán que se han unido al gobierno del Primer Ministro Mohammed Shia al-Sudaní, mientras que sus unidades militares han mantenido su participación en el Popular. Fuerza de Movilización (PMF), parte designada del ejército iraquí. Desde las elecciones sudanesas de octubre pasado,

La CF introdujo una nueva ley electoral para aumentar el número de escaños en el próximo parlamento con el fin de mejorar sus posibilidades en las próximas elecciones. El borrador, que trata de las elecciones provinciales y fue aprobado por el parlamento en su primera lectura el mes pasado, ha impulsado la oposición de los partidos independientes y se espera que provoque más debate. Mientras tanto, las obstinadas facciones chiítas en el gobierno y el poder judicial están presionando por controles más estrictos en Internet en Irak. Están trabajando en una nueva ley de ciberseguridad, que según los críticos restringirá la libertad de expresión y beneficiará al actual gobierno de al-Sudani.

Anteriormente, el Ministerio del Interior creó un comité para monitorear las redes sociales en busca de “violaciones de la moral pública, contenido negativo y obsceno, y socavar la estabilidad social”. Varios blogueros fueron acusados ​​de publicar “contenido obsceno” y fueron arrestados de inmediato. Muchos iraquíes creen que el empoderamiento de CS y las medidas draconianas, como la prohibición del alcohol, tienen como objetivo transformar el país en una república islámica al estilo iraní.

La historia ya ha juzgado la invasión “democrática” estadounidense, que será recordada como una tragedia para el pueblo de Irak y un desastre para todo el Medio Oriente. Se podrían citar muchos hechos y evidencias sobre los desastres causados ​​por la insensata e insensata invasión de Irak. Si la estupidez de la ocupación no es obvia, la incapacidad de restaurar un sistema político justo y estable después de la invasión es, sin duda, el mayor pecado de Estados Unidos en Irak.

La pregunta más importante ahora es qué sucederá en Irak y si la administración Biden puede trazar un nuevo curso para corregir los terribles errores de sus predecesores, que desperdiciaron todas las oportunidades para restablecer Irak. Cada vez hay más indicios de que la administración Biden está siguiendo una nueva política activa de apuntar a Irán y sus representantes locales, empleando un enfoque de palo y zanahoria con al-Sudani para limitar las actividades iraníes en Irak. Esta estrategia se describió en parte en una declaración conjunta emitida por el Comité de Coordinación Superior de Estados Unidos e Irak el mes pasado en Washington. A cambio de una cooperación más estrecha en varias áreas, la administración de Biden ofreció una asociación al gobierno de al-Sudani. Cooperación económica, sector energético, gestión del agua, lucha contra la corrupción, hacer frente a la crisis climática, y ayudar con las reformas gubernamentales se encuentran entre ellos. “Primero, que Estados Unidos elimine la corrupción en casa”, opinó cáusticamente la agencia de noticias iraquí Shafaq News, antes de anunciar aquí una lucha contra la corrupción.

Más importante aún, Estados Unidos está reforzando los controles sobre el flujo de divisas desde Irak, que es un salvavidas para la República Islámica con problemas de liquidez. Sin embargo, este control se ve reforzado por las medidas de la Reserva Federal de EE. UU. que limitan el acceso de Irak a sus propios dólares para detener el flujo de dólares hacia Irán. Hasta ahora, el mecanismo parece ser ineficaz para detener el flujo financiero. Simultáneamente, ha tenido un impacto negativo en el valor de la moneda iraquí, que ha caído significativamente en los mercados internacionales, elevando el costo de vida y los precios en Irak. Sin duda, esto preocupa poco a los funcionarios y políticos de la administración Biden, que hasta ahora han prometido traer algún tipo de prosperidad a Irak.

Después de convertirse en un interlocutor clave en acuerdos relacionados con Irán, la administración Biden nombró a Amos Hochstein, un alto diplomático estadounidense, como su coordinador especial del presidente para infraestructura global y seguridad energética en Irak. Tras las decisiones anteriores de incluir en la lista negra a líderes pro iraníes como el líder del PMF, Falih al-Fayyadh, la embajada de EE. UU. en Bagdad ahora vigila a los ministros del gobierno iraquí y a los funcionarios de las milicias. La embajadora de EE. UU. en Bagdad, Alina L. Romanowski, dijo a una estación de televisión satelital local el 18 de febrero que al-Sudani debería asumir “la responsabilidad de garantizar el control total sobre la soberanía iraquí”, aumentando la presión sobre él para que tome medidas concertadas para contener las actividades iraníes en Irak. Es cierto que no mencionó que fue el “democrático” Estados Unidos el que privó a los iraquíes de la soberanía sobre su país.

Unas dos décadas después de la invasión, está claro que Estados Unidos no tiene una estrategia clara en Irak, sino que se basa en una diplomacia de dura presión y la constante amenaza de sanciones, así como en la arrogancia y la intimidación. ¿Y qué más pueden ofrecer los funcionarios de la administración de Joe Biden mientras fracasan uno tras otro en todas partes del mundo todos los días? El mundo entero ahora está tratando de liberarse de la proverbial soga estadounidense y convertirse en miembro de pleno derecho de la nueva comunidad de estados iguales que Rusia y China están creando activamente.

*miembro correspondiente de RANS

Invasión a Irak y Aznar en las Azores: "Foto criminal, vergüenza ajena, bochorno, ridículo"

Javier Benítez

El trío de las Azores. O la foto de la vergüenza. Así se le conoce mundialmente a la instantánea que un 16 de marzo de 2003 registraba la ambición de un Gobierno de España de codearse con las potencias más poderosas del planeta. Tal vez por aquello de que, si te arrimas al más poderoso, o al más rico, algo se te pega.

"Estamos trabajando en ello"

Si bien la invasión a Irak comenzó el 20 de marzo de 2003, la decisión se había tomado mucho antes, más allá del tubo de ensayo con un polvo blanco que presentó —diciendo que era ántrax— el entonces secretario de Estado de EEUU, Colin Powell, en una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU el 5 de febrero de ese año. Algo que no fue más que la preparación del terreno pour la galerie con una de las fake news más infames de la historia reciente de la humanidad. Cualquier científico, o ser pensante sin más, sabría que nadie puede ir por la vida tranquilamente con un tubo de ensayo con ántrax en la mano sin ningún tipo de protección, y que no sufra consecuencias físicas.

La decisión de invadir Irak, ergo, también fue muy anterior de la visita que el entonces presidente del Gobierno de España, José María Aznar, hizo a su par estadounidense George W. Bush en su rancho de Texas, donde el 22 de febrero de aquel año brindaron en una rueda de prensa conjunta. Allí, un periodista presente se dirigió a Aznar: "En cuanto a esta nueva propuesta de nueva resolución [del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Irak], sabemos que llevará el sello de EEUU y de Gran Bretaña. ¿Pero llevará también el sello español? ¿España será considerada o será coautora de esa resolución?"

Entonces, llegó la histórica respuesta de Aznar. Histórica, no tanto por el contenido, sino por la forma: al contestar puso lo que muchos entendieron como un ‘acento tejano’, cuando lo que hizo fue utilizar la fonética de un angloparlante cuando intenta hablar castellano y le sale el acento que le sale. Tal vez, Aznar pensó que al hacer esa pronunciación estaría hablando en inglés y que Bush lo entendería en tiempo real. Vaya uno a saber. Esto también habla, y mucho, del perfil del personaje.

La respuesta de Aznar fue: "Bueno, estamos trabajando en eso, y precisamente a eso dedicamos un tiempo anoche y esta mañana". Claro, Aznar quería salir en la foto, y para eso se había peinado muy bien. Para salir en la foto de los tres mosqueteros que iban a luchar contra el mismísimo demonio. Para salir en la foto de las Azores.

La nada bochornosa de Aznar

Así fue que Aznar dejó traslucir, no se sabe muy bien si su ambición personal, o la ambición del Gobierno de España en su conjunto, de mostrar al mundo que España se sentaba a comer en la misma mesa que EEUU y el Reino Unido, y no ya a recoger las migajas que caían al suelo. Entonces, llegó ese 16 de febrero de 2003, donde finalmente en las Azores, Aznar pudo cumplir su sueño de salir en la foto junto a Bush y al premier británico Tony Blair. Supo entonces Aznar que su empeño en peinarse bien para salir en la foto, no había sido en vano. Pero el tiempo, que todo lo pone en su lugar, constató que esa foto del Trío de las Azores, no fue más que la foto de la vergüenza y la criminalidad.

El analista internacional Enrique Refoyo, explica que con el paso de los años, de alguna manera u otra, tanto Bush como Blair, ‘reconocieron el error’ de haber afirmado que en Irak había armas de destrucción masiva.

"En el caso de José María Aznar es interesante, porque jamás de los jamases, se ha retractado de aquello. Es decir, el perrito faldero máximo por excelencia, el tipo que no sacó nada de la invasión a Irak, porque si me dices, ‘bueno, por lo menos conseguimos campos petrolíferos, le sacamos dinero para España’, pero no se consiguió absolutamente nada. Incluso amistad con otros países del golfo Pérsico, mejores contratos petrolíferos, etc. No", expresa Refoyo con indignación.

"Lo único que se consiguió, es que, encima, el Ejército español quedara a las órdenes del Ejército polaco. Es decir, estaba el sector estadounidense, el más grande, luego el británico, y entre medias, el polaco, con las tropas españolas allí incluidas. Como se dice aquí en España, ‘tiene narices’ que después de la foto criminal en las Azores, después de todo el apoyo, […] es un tema interesante de cómo la participación estadounidense vino a malograr la situación en el sector español", observa Refoyo.

El analista resume que “lo más importante, es ver cómo después de estos 20 años, nadie ha sido juzgado por esa invasión criminal por, básicamente, mentir. […] En definitiva, 20 años después de la invasión a Irak, nadie ha pagado por sus crímenes”.

En tanto, al analizar la decisión de Aznar de apoyar la invasión de Irak, el director del Instituto Español de Geopolítica [IEG], Juan Aguilar, señala que su opinión sobre el exmandatario español no puede ser más negativa.

"Pero, puede que alguna intención tuviera [Aznar con su apoyo a la invasión]. Por ejemplo, que, sometiéndose tanto a los intereses y a las aventuras norteamericanas, pudiera obtener un trato de favor. Un trato de favor en la lucha contra el terrorismo de ETA, un trato de favor en algunos temas comerciales, un trato de favor con asuntos en el norte de África, por intentar buscar una explicación a la bochornosa imagen del señor Aznar en la foto de las Azores, o aquella, no sé si tan bochornosa o más, viendo [visitando] a Bush en su residencia, con los pies encima de la mesa y ‘hablando en tejano’. Una sensación de vergüenza ajena, y de ridículo, de bochorno, que teníamos los que nos consideramos patriotas españoles, que era, de verdad, espantosa. Yo imagino que, de alguna forma, pues pretendía eso. Pretendía que, estando con el más fuerte, se iba a poder beneficiar, y eso le iba a ayudar a resolver alguno de los problemas que pudiéramos tener, por pensar bien, por intentar buscar una explicación racional a lo que me pareció una ignominia", sentencia Aguilar.

 

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